Cada uno de nosotros puede ser visto como un hondo y largo pasillo de hospital con las paredes repletas de puertas cerradas.
Lo que mostramos, nuestra cubierta, nuestra superficie, la que ve el resto del mundo es la entrada a ese pasillo. Lejos está de las puertas en el otro extremo.
A medida que nos adentramos en el pasillo, más difícil es avanzar, sobre todo si el que intenta el recorrido es otro y no nosotros mismos.
Existen diversos métodos y herramientas que podemos utilizar para transitar el corredor, pero no será tarea fácil reconocer lo que detrás de las puertas más profundas se encuentra.
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