Comienzo a viajar a través del tubo de luz celeste que se desprende de mi cabeza hacia el infinito, y la velocidad extrema me lleva lejos del planeta y este sistema solar, puedo ver pasar y alejarse muchas cosas velozmente movilizándome cada vez más rápido. No tengo idea hacia donde voy, pero se que está bien.
Después de un periodo de tiempo que no podría determinar, llego a lo que parece un planeta luminoso e inmaterial. La superficie está compuesta por luces de diferentes colores, capaz de luz permeables.
En este lugar, solo logro ver un ser femenino inmaterial de tonos azules y otro masculino de forma humanoide y extremidades llamativamente delgadas y largas. De algún modo nos comunicamos sin utilizar palabras, todo sucede de un modo perceptible e imperceptible a la vez. Ambos me dan sus nombres y me indican el modo de ir hacia otro lugar.
Al llegar a ese lugar designado comienzo a observarlo y distingo la forma de la mitad de un iglú, las paredes son de cuarzo blanco con textura rugosa y en medio hay una especie de mesa de algún metal gris muy frío.
Me recuesto y el ser masculino extiende las palmas de sus manos abiertas sobre mi cabeza, haciendo contacto solo con sus dos pulgares juntos sobre mi sexto chakra. Es desde este punto que mi cuerpo comienza a brillar con una luz blanca que se extiende desde mi cabeza hacia el resto de mi cuerpo desde arriba hacia abajo.
A medida que la luz se expande hacia mis pies comienza a hacerse visible una película o membrana que recubría toda mi piel hasta ese momento. Al agruparse esta membrana comienza a hacerse más densa, negra y viscosa, bastante desagradable y cae al piso.
Luego de esta experiencia, comienzo a viajar de regreso hacia mi cuerpo a través de la columna de luz celeste.